jueves, 19 de noviembre de 2015

Ma. DEL CARMEN CHARGOY ESPINOZA ¿EXISTE LA INFANCIA?

¿EXISTE LA INFANCIA?
AUTOR-RICARDO BAQUERO: Profesor Titular Ordinario de Psicología y Educación. Coordinador del Área Psicológica. Investigador del Núcleo de Estudios Educacionales y Sociales (NEES), Universidad del Centro, Tandil.

Ariès ofrece sus afirmaciones en dos series. La primera se plantea con el fin de demostrar que, por contraste con nuestros actuales sentimientos respecto de la infancia, es posible definir una etapa anterior (al siglo XIII o XIV) en la que esos sentimientos no existían en la cultura occidental: ni las prácticas en los distintos aspectos de la vida social ni los patrones culturales actuales son posibles de ser detectados en ese período.

Durante la época que Ariès denomina Ancien Régime, el sentimiento que actualmente occidente muestra hacia la infancia, no parecía tener lugar. Los niños no eran ni queridos ni odiados en los términos que esos sentimientos se expresan en el presente: habría que decir, en todo caso, que los niños eran simplemente inevitables. Compartían con los adultos las actividades lúdicas, educacionales y productivas. Los niños no se diferenciaban de los adultos ni por la ropa que portaban ni por los trabajos que efectuaban ni por las cosas que normalmente decían o callaban.

La segunda serie de afirmaciones contribuyen a describir la transición de la antigua a la nueva concepción de infancia que operará la cultura occidental. Para esta transición, Ariès destaca con mayor intensidad dos sentimientos de infancia. El primero es el “mignotage”, por medio del cual se reconoce una cierta especificidad del niño que se hace evidente en algunas nuevas actitudes femeninas: la de las madres y las “nurses”, especialmente a partir del siglo XVII.

Este sentimiento expresa la dependencia personal del niño al adulto y la necesidad de protección por parte de este. Esto se complementa con una concepción del niño como un ser moralmente heterónomo y con el surgimiento del moderno sentimiento de amor maternal.
El segundo sentimiento se conforma a partir del nuevo interés generado por la infancia como objeto de estudio y normalización, siendo los pedagogos los sujetos destacados en este proceso y la escuela, o mejor dicho, el proceso de escolarización, el escenario observable de este interés. Alrededor de esta cuestión nos extenderemos más adelante.

Los estudios recientes en el campo de la historia de la infancia parecen tender a respaldar el punto de vista de Gélis. Para el caso de la conformación de la infancia moderna en Buenos Aires, las investigaciones muestran profundos pero paulatinos cambios en los sentimientos hacia la infancia en el período inmediatamente posterior a 1810. Sin embargo, ese proceso debe ser comprendido como un mosaico en el que conviven nuevas y viejas formas de la niñez más que como una mutación crucial operada de una vez y para siempre. Dentro de ese proceso, y como lo señalara el propio Ariès, la escolarización de la infancia acompaña al proceso paralelo de infantilización de una parte de la sociedad.

LA PEDAGOGIZACIÓN DE LA INFANCIA: DEL NIÑO AL ALUMNO

En el proceso de infantilización de una parte de la sociedad, es decir, en el proceso mediante el cual la sociedad comienza a amar, proteger y considerar como agentes heterónomos a los niños, la institución escolar juega una papel central: escolarización e infantilización parecen, según todos los autores reseñados, dos fenómenos paralelos y complementarios. En este sentido, la pedagogía se ubica como producción discursiva destinada a normar y explicar la circulación de saberes en las instituciones escolares y precisará constituirse como el relato que conectará, a través de la escuela, a una infancia deseada a veces, una “infancia normal” en una sociedad deseada.

Ariès describe que en la época clásica, la escuela medieval de los clérigos y mercaderes, no parece distinguir en modo alguno las edades de los alumnos ni ninguna condición específica de la niñez. Este establecimiento integrará a niños y adultos y no existen criterios de categorización por edad o “grado” de dificultad. En la “escuela moderna”, por el contrario, la infancia ha sido delimitada y su ubicación depende de una rigurosa y muy minuciosa categorización que no sólo evita la integración de niños y adultos sino que, en el interior de la infancia, hace posible obtener niveles de de limitación aún más sutiles. La pedagogía es la disciplina encerrada de tal categorización.

A partir el siglo XVII se observa un “creciente control del ambiente de los niños por parte de los adultos”. En verdad sólo por parte de los adultos especializados, los profesionalmente dedicados a la labor de educar en instituciones igualmente especializadas.

Surge así, por un lado, el escolar, pero por otro, el pedagogo: una función cada vez más específica que en la modernidad va a tender a masificarse. La institución escolar es el dispositivo que la modernidad construye para encerrar a la niñez. Encerrarla topo lógicamente, corpórea mente, pero encerrarla también en las categorías que la pedagogía ha elaborado para re significarla.

La infancia genera un campo de conocimientos que la pedagogía construye pero, a la vez, es un cuerpo el cuerpo infantil depositario del accionar específico de la pedagogía. La infancia es la clave de la existencia de la pedagogía en tanto discurso, pero también es imposible comprender el proceso de construcción de una infancia moderna si no se tiene en cuenta al discurso pedagógico proponiendo una analítica capaz de dotar de ciertos sentidos los enunciados sobre la infancia.

La pedagogía no es el único discurso encargado de la infancia. Existe una oferta basada en la psicología y la pediatría que produce sentidos acerca de la infancia, pero de la infancia en general. A esto se contrapone otra oferta que se aboca al estudio de la infancia en situación específicamente escolar, en tanto niñez escolarizada, oferta expresada por la pedagogía y la psicología educacional.

Más allá de las múltiples y complejas relaciones que de hecho se establecen entre una y otra clase de disciplinas, existe una diferenciación básica en el nivel del objeto de conocimiento: la psicología y la pediatría estudian al niño en general; la pedagogía y la psicología educacional estudian al niño en su condición de alumno.

¿EXISTE LA INFANCIA?
“La infancia es una pesadilla que la modernidad ha construido pacientemente". La infancia es una construcción de la modernidad definida por la atribución de ciertas características a un conjunto particularizado de la población, características condensadas en diferentes instituciones y en ciertos discursos científicos y normativos.

En este sentido es posible afirmar la historicidad del concepto de infancia, ya no una historicidad que afirme simplemente el carácter relativo de los atributos dados a la infancia, sino un carácter histórico en tanto la infancia fue minuciosa y puntualmente construida en esa sutil trama de dispositivos discursivos e institucionales. La escuela moderna es la escuela de la infancia pedagogizada, de la infancia sometida a una analítica propuesta por la pedagogía y la psicología educacional.

Hoy la experiencia está mas mediática mente diseminada y la edad es cada vez menos un atributo de conocimiento. El acceso al conocimiento se localiza no en un único ámbito escolar o académico sino que ocurre una explosión de los ámbitos de expresión de múltiples y muy variados conocimientos.

Sobre este punto había avanzado la obra de M. Postman. En coincidencia con Ariès, el libre acceso a los misterios de la cultura debía ser rigurosamente graduado a los niños: el adulto está en posesión de un saber que no puede sino ser trasmitido pausadamente por un especialista, un pedagogo. A partir de la explosión mediática posterior a la segunda guerra mundial, esas trabas y pautas de gradualidad comienzan a caerse porque el niño poseería un acceso total a la información merced a la revolución tecnológica.

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